¡QUÉ BUENA ELECCIÓN EL SER PROFESOR!
Hoy recordamos la lista de atributos que, según nosotras, debería tener un buen profesor o profesora. Nos fijamos en que la lista de virtudes era muy extensa, que se necesitan muchos requisitos para ser un buen profesor. Una compañera salió voluntaria a exponernos su lista de virtudes y defectos.
Después la comparamos con lo que los alumnos realmente piden de un profesor, y vimos que la lista se reduce mucho, y que todos coinciden en los mismos aspectos. Lo principal, lo más importante según ellos (que son realmente quienes más derecho y conocimiento tienen sobre el tema) son básicamente dos cualidades: que sean alegres y cariñosas/os, y que no los castiguen.
Aún así, y teniendo muy en cuenta estas características demandadas por el alumnado, pensamos que con esto no es suficiente. No debemos caer en el error de que con ser cariñosas y alegres ya estaremos siendo buenas profesoras; un buen docente necesita, a nuestro entender, atributos tan importantes como: la visión crítica, la empatía, compromiso con la sociedad en la que se encuentra inmerso y una gran conciencia sobre sus responsabilidades. El sentir amor por la profesión y disfrutar con ella es muy importante, pero a la vez muy peligroso si nos creemos que con eso basta. Debemos ser conscientes de los valores que, explícita o implícitamente, transmitimos a nuestros alumnos, y de que nuestra vida (porque la enseñanza no es simplemente una profesión, sino una demostración constante, una forma de vida) está a la altura de las circunstancias.
De nada sirve el achuchar y querer mucho a nuestros alumnos, si en realidad no les estamos transmitiendo las aptitudes, capacidades y valores necesarios para su completo desarrollo, en busca de una sociedad cada vez mejor. Somos conscientes de que este proceso (el de mejorar el mundo) puede sonar muy utópico, pero más que utópico pensamos que es un proceso muy lento, pero que puede llegar a convertirse en realidad si somos capaces de abrir nuestra mente, de salir de nuestra pequeña burbuja y mirar el mundo de una forma más global, más justa. Cierto es que es una ardua tarea, pero nosotras como futuras docentes tenemos el derecho y el deber de intentar cambiar esta situación.
Si no podemos llegar a ser conscientes de esto nosotras mismas, ¿Cómo se lo transmitiremos al alumnado?
Es como intentar transmitir el gusto por la lectura cuando nosotras mismas no leemos; como hablar de consumo responsable si nosotras en nuestra vida no damos ejemplo de ello; como hablar de que el machismo está mal y que nosotras reflejemos comportamientos empachados de estereotipos sexistas; como hablar de calma dando voces; como hablar de igualdad y señalar diferencias entre nuestro alumnado, etiquetándolo; como hablar de justicia sin practicarla o de la conservación del medio si no reciclamos, o si tenemos hábitos contaminantes que podríamos evitar…
En definitiva, y viniendo a colación con esta asignatura, es como si hablamos de valorar nuestros espacios naturales y nosotras mismas no lo hacemos o ni siquiera los conocemos.
Los niños necesitan mucho más, necesitan personas comprometidas y responsables con su labor, en constante crecimiento y formación y, sobre todo, con la mente abierta.
Las peticiones de los alumnos sobre cómo debía ser un profesor o profesora nos sirvió para darnos cuenta de que quizás somos demasiado autoexigentes en muchos aspectos, que miramos la lista pensando en la cantidad de atributos que contiene; pero, si miramos más detenidamente y lo pensamos desde otra perspectiva, podemos caer en la cuenta de que unos atributos vienen como consecuencia de otros, que todos están conectados, que unos dan acceso a otros. Estas listas realizadas por nuestros alumnos nos dan energía y nos hacen sentir más seguras, ya que estos dos atributos (el amor y la alegría) son más accesibles a nuestras capacidades. De esta forma, la profesora logró que confiáramos más en nosotras mismas, y así seguramente muchas nos animaremos a seguir coleccionando virtudes de una buena maestra a lo largo de nuestra vida. A la meta no se llega de golpe, sino celebrando cada pequeño paso que vayamos alcanzando: estos dos pasitos ya los tenemos, así que lo celebramos y nos animamos a conseguir el resto.
Después de esto, nuestra compañera nos mostró sus debilidades. Viéndolos ahora desde esta perspectiva más relajada, nos damos cuenta de que no se trata de no tener defectos,
sino de reconocerlos, ser conscientes de ellos para poder mejorarlos o superarlos. Tenemos que ser capaces de mirar hacia nuestro lado no tan bueno desde un punto de vista positivo y constructivo, nunca desalentador. Ver nuestros defectos como algo que puede ir mejorando, nunca como algo fijo o estancado; éstos son capacidades, y por lo tanto, se puede trabajar sobre ellas para aumentarlas o disminuirlas, es todo cuestión de consciencia y voluntad. Es cierto que nunca seremos perfectas, pero podemos llegar a conocernos íntimamente y a querernos tanto que intentemos mejorar lo máximo posible.
Y sobre los gnomos….
Algunas compañeras visitaron una escuela basada en el método Waldorff. Quieren compartir esta experiencia con el resto y nos dicen que fe una escuela muy bonita, que les gustó mucho la experiencia. Sin embargo, relatan que dos cosas llamaron especialmente su atención: la actitud de una profesora, que según ellas estaba loca, y que no les permitieran entrar en la sala para bebés.
Describen la escuela como algo “muy espiritual”. La profesora que según ellas no estaba "muy bien de la cabeza", les estaba hablando y les dijo que miraran por la ventana, que vieran al gnomo. Las alumnas, al escuchar esto, pensaron que estaba de broma, le preguntaron y la profesora les respondió que nada de broma, que era verdad que el gnomo estaba ahí, insistiendo en que miraran y lo vieran. Como es normal para la mayoría, efectivamente, la mujer debería estar "mal de la cabeza". Ahora bien, teniendo en cuenta el contexto en el que se da esta situación (unas alumnas de universidad van a visitar un centro basado en una metodología diferente a la tradicional y una profesora les hace de guía para enseñarles la escuela y les dice esto en un momento dado) no nos sorprende tanto. Es más, es difícil pensar que una profesora de infantil sea demasiado imaginativa, como si esto fuera algo negativo. Pensamos que, de hecho, la imaginación es una cualidad fundamental para desarrollar una educación de calidad; este “exceso de imaginación” es más bien una virtud en un profesor que un defecto.
El hecho de mirar por la ventana y ver a un "gnomo", en este caso, no sólo es un juego imaginativo del que se nos quiere hacer partícipes, sino que también es una oportunidad para desconectar del mundo, para sentirnos niños; más allá de esto, es una experiencia adicional a la visita, una enseñanza magistral que les brindaba esta profesora.
Pero claro, también debemos tener en cuenta nuestro propio contexto, como alumnas: estamos inmersas en un sistema educativo en el que todo se aprende mediante explicaciones, en un aula, con proyecciones o vídeos explicativos, en la que te dan el temario para estudiar, en la que debes coger apuntes, en la que solo hay una respuesta válida… nos cuesta mucho, como es normal, valorar este tipo de enseñanzas más naturales, más sutiles. Y ya no solo valorarlas, sino simplemente reconocerlas. Somos conscientes de que es muy difícil romper este círculo (enseñamos como hemos aprendido, valoramos lo que nos enseñan de la misma manera, no entendemos que exista otro modo de aprendizaje, por mucho que estudiemos sobre escuelas libres no somos capaces de vivir la experiencia). No queremos caer en el pesimismo de que esto seguirá siempre así, pues todas podemos y debemos mejorar en nuestra práctica, con el tiempo, y esto no es nada fácil, aunque no imposible.
Sobre todo, si queremos educar en la tolerancia no podemos juzgar a una persona que se sale de lo que para nosotras es “normal” diciendo que fuma tal o cual cosa. Eso es un juicio que debemos evitar, es una cuestión que nos sitúa en una perspectiva de total bloqueo y rechazo, impidiéndonos avanzar y crecer. Necesitamos vernos a nosotras mismas desde fuera, primero, y autoevaluarnos: qué consumimos (ropa, alimentos, electrónica, ocio…), cómo somos realmente de tolerantes, qué efectos pueden tener nuestras acciones, qué influencia podemos ejercer sobre nuestros alumnos, etc. Debemos hacer un gran esfuerzo por cambiar esto, por abrir nuestro corazón y descartar los prejuicios que nuestra sociedad, nos impone desde que nacemos, para procurar no hacer lo mismo con nuestro futuro alumnado. No sabemos cuál es la solución, pero sí que partir de reconocer nuestros propios errores es un buen comienzo.
El método Waldorff respeta mucho a los niños en sus primeros tiempos, cuidan mucho el ambiente en el que se encuentran inmersos. Así, en las aulas, todos los juguetes están hechos con materiales respetuosos con el medio ambiente, y en el comedor se sirve comida ecológica. Por lo tanto, de aquí podemos deducir que a una persona que recién haya fumado, que lleve mucha colonia (cosas que resulten tóxicas para todos, especialmente para los bebés), o que sencillamente no esté lo suficientemente formada como para entrar en contacto con los pequeños, no se les permita el acceso a esta sala. Con esto aprendemos que antes de ir a un sitio, es bueno informarse sobre lo que vamos a ver, y así no nos pille de sorpresa algunas reacciones, como en este caso, la prohibición de entrar en la sala. Desde nuestra perspectiva, una visita debe ser algo más que ir a un sitio, debe ser centrarse en conocerlo, estudiarlo, comprenderlo y extraer de él nuevos conocimientos, puntos de vista, etc., que enriquezcan significativamente nuestra experiencia.
¡Necesitamos urgentemente una enseñanza en la que se nos brinde la oportunidad de ver gnomos, unicornios, extraterrestres, dinosaurios y lo que se tercie!
Y CON ESTO, QUEREMOS DESPEDIRNOS Y DESEAMOS QUE TENGAN ...
¡UNAS FELICES FIESTAS!